Archivo mensual: mayo 2010

Me parece haber visto un lindo gatito…

A pesar de mi indiferencia hacia los animales no humanos, demasiados gatos, perros, jerbos y canarios se han cruzado en mi vida. Al principio de los tiempos, cuando Hija Mayor era una niña, quería tener una mascota y ante mi negativa, terminamos negociando con un canario (Ringo Star, siempre estarás en nuestro recuerdo…).

Unos años después aparecieron una serie de jerbos. Más adelante, mi (ex) cónyuge, que adora los perros, venció mi resistencia de los últimos quince años y compró una schnauzer mini. Cuando nos divorciamos la tenencia de la perra me fue adjudicada en forma automática. Al principio la veía como otro de los problemas que me había dejado el divorcio, pero con el tiempo terminó siendo una especie de media hija más. Con la indudable ventaja de que cuando te molesta, la echás sin preocuparte del trauma que le puedas causar.

El úlimo Jueves Santo, paseando por el Parque Centenario, nos cruzamos con una chica que había encontrado una caja con cuatro o cinco gatitos abandonados. Tenían pocos días y todavía tenían los ojos cerrados. Estaba tratando de que alguien se los llevara y me conmovió  su desesperación. Terminamos llevándonos al más chiquito. Estuvimos toda Semana Santa alimentando al gatito con leche especial y una jeringa. Lo llevamos al veterinario y lo manteníamos con una bolsa de agua caliente. Sin embargo, la madrugada del lunes se pescó una infección respiratoria, mi hija lo vio mal, lo llevamos a una guardia a las tres de la mañana y falleció a las siete.

Aunque sabíamos que el gatito tenía pocas posibilidades de sobrevida cuando lo adoptamos, su muerte fue traumática para mis hijas, así que impusimos una nueva regla: «Nada de gatos lactantes». O dicho de otra manera, solo gatos con alta probabilidad de sobrevida.

Y así fue como, hace unos días llegó a casa Gato Genérico. Hace tan poco que lo tenemos que todavía no tiene nombre. Un amigo de Hija Mayor lo encontró en la calle, cariñoso pero esquelético y no teniendo más lugar en la casa entre sus gatos, perros y cacatúas, nos lo ofreció.

Gato Genérico llegó a mi casa, la exploró,  peleándose varias veces con mi perra durante el proceso y se dirigió la cama de Hija Mayor, quien lo acogió con gusto.  Pero, ¡ay! no todos somos tan amantes de las mascotas. Cuando entró en mi habitación y se subió a mi silla, en forma firme le dije «NO, esa es MI silla» y lo bajé.  Se volvió a subir y lo bajé.  Se volvió a subir y lo bajé. Se volvió a subir y lo bajé. Terminé por pensar que de todos modos, solo era la silla donde apoyo la ropa. Le puse una toalla vieja y lo dejé ahí.

Sin embargo, al parecer, la silla no era el objetivo final de Gato Genérico.

Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.
Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.
Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.
Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.
Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.
Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.
Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.
Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.
Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.
Inmediatamente, saltó a mi cama. Le dije NO y lo bajé.

Lo devolví por enésima vez  a la silla y le dije: «¿No te podés quedar en TU silla?

Hija  Mayor, que había escuchado todo el espisodio desde su cuarto, me replica divertida: «¿Desde cuando es SU silla?

Gato Genérico en su silla

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No trolls, no cybersex

Cada tanto, a mi hija mayor le gusta conectarse a algún programa de chateo  al azar. Su idea es pasar un buen momento, charlando con gente de todo el mundo.  Para no dejar dudas sobre sus intenciones, su saludo incial es un:

Hi, no trolls, no cybersex.

Ningún método es infalible, pero entrar a un lugar anunciando que no vas a tolerar agresiones ni proposiciones sexuales, resulta bastante disuasorio para los que solo quieren molestar.

Cuando me lo contó, me gustó tanto la idea que empecé a soñar con poder andar por la vida con una remera que dijera:

No tolero agresiones ni soy tu objeto sexual

No sé alguien la leería o  si  funcione en la vida real, pero después van a poder decir que no les avisé.

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La maldición de las muestras gratis

Ponele que ya hace un rato te duele la cabeza y es obvio que el dolor no se va a ir solo. Ponele que también sentís unos dolores musculares y mucho cansancio, que te hacen sospechar que es algo más que una cefalea. Ponele que sos médica, por lo que en tu casa se pueden encontrar decenas, o probablemente cientos, de muestras gratis de medicamentos.

Una pequeña disgresión: por si no lo sabías, los médicos odiamos tener que pagar por algún remedio. Algunos lo sentimos como una afrenta. Por eso nos llenamos de muestras gratis tratando de cubrir todas las eventualidades. El problema es que los laboratorios regalan lo que quieren imponer. Casi nunca te dan un ibuprofeno, un naproxeno o una simple aspirina.

Resulta que todas las muestras de analgésicos que tengo son de cosas como ketorolac, lornoxican y otros con indicaciones como «dolor postpoperatorio», «lumbociatalgia aguda», «artritis reumatoidea». La lista de efectos adversos y contraindicaciones ocupa una página completa del prospecto, pero no es eso lo que me preocupa. El problema con las drogas relativamente nuevas es todavía no se conocen todos sus efectos adversos. No es raro que, al cabo de unos años, se las retire del mercado por nuevos datos obtenidos de gente que la tomó… y no le fue bien.

¿Qué hago? ¿Me tomo uno de esos y chau? ¿Me voy a Farmacity a comprar una tira de ibuprofeno? Cada vez me duele más la cabeza…

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Post censurado y nuevo blog

El fin de semana estuve escribiendo un post conmovedor, maravillosamente emotivo y con delicados toques de humor (o eso es lo que me gusta pensar… déjenme soñar ;-)) sobre la primera menstruación de mi hija menor. Cuando estaba a punto de terminarlo, la protagonista, que nunca lee nada de lo que escribo y ni siquiera tiene muy en claro que tengo un blog, se acercó para pedirme que le secara el pelo. Mientras lo hacía, se quedó leyendo el monitor.

Apenas entendió de qué se trataba, se indignó, gritó y me exigió que lo borrara inmediatamente. Y no crean que se conformó con «Mover a la papelera», me obligó a seguir con «Borrar permanentemente». Así que el post de hoy se perdió para siempre y, obviamente, no lo voy a reescribir contra su voluntad.

Por ahora, se van a tener que conformar con saber que tengo un nuevo blog. Sí, ya sé. Soy la «Maru Botana»* de los blogs. Mi nuevo bebé se llama «Me lo contó una amiga» e intenta transmitir las charlas con mis amigas sobre el eterno misterio masculino.

*Para quienes no la conozcan, Maru Botana es una cocinera y conductora de la TV argentina, que se caracteriza por, prácticamente, parir un hijo por año. Ya va por el octavo. Su séptimo hijo falleció a los seis meses por una muerte súbita.

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¿Hablo yo o pasa un tren?

Entre Pedro y Sofía las cosas no andan bien. Sofía acaba de llevarse sus cosas del departamento en que convivían. Así comienza «El amor (Primera parte)» y ya desde la primera escena supe que iba a asistir a una historia de amor, desamor y ruptura.

El final estaba anunciado, pero el recorrido resulta interesante y lleno de situaciones conocidas. Algunas están contadas con un toque de humor mediante infografías, animaciones con explicaciones «científicas», frases en off o fotos fijas. Sentí una poderosa sensación de dejá vu al ver pasar a: «Tenemos que hablar», «¿Por qué si siempre hablamos lo mismo, pareciera que nunca nos entendemos?», «¿Por qué si los dos queremos estar bien, estamos tan mal?», «¿Esto tiene solución?». Estoy segura que no fui la única a la que le pasó…

¿Cuántas veces me sentí como en la escena del tren?:

Pedro y Sofía están sentados en un banco, de espaldas a las vías del tren.
Pedro: Bueno, decime lo que tenés que decir.
Sofía: Bueno, no sé…
pasa un tren y se la ve hablando y gesticulando en un intento de explicarse, pero su voz queda tapada por el ruido. Trato de esforzarme para escuchar lo que dice, pero es imposible. Recién cuando el tren se aleja, se le escucha terminar con un «y eso».
Sofía: ¿Me entendés?
Pedro: No, no te entiendo.

¿Cuántas veces sentimos que aunque hablemos el otro no nos escucha o no nos entiende. O sí, nos escucha y nos entiende, pero quiere otra cosa. Y lo peor, es que lo más probable es que él piense lo mismo de nosotras…

Descargar El amor (Primera parte)

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