Archivo mensual: junio 2010

Madre nutricia

Hora de la cena.  Bajo a la cocina, salgo al patio, saco un puñado de comida de la bolsa «Deliciosas piedritas caninas». La pongo en el comedero y la perra y el gato se precipitan sobre ellas.

Aparto al gato, saco otro puñado de la bolsa «Exquisitas piedritas felinas», se lo pongo en el comedero y el gato se come su cena.

¿Y ahora, qué más? Dios mío, ¡cuándo llegará el día en que pueda sacar sendos puñados de la bolsa «Piedritas GOURMET para hijas»!

(Con ellas estaría dispuesta a gastar un poco más)…

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Volar

Hace unos meses tuve un dilema de aquellos que ojalá se presentasen más seguido. Tenía  puntos en la tarjeta para canjear por pasajes aéreos antes de que vencieran. ¿Dónde ir? ¿Qué hacer? En un previsible final feliz,  Hija Menor  y yo nos tomamos un avión a Bariloche.

Nos alojamos en un hotel a orillas del Lago Nahuel Huapi. Me habían dicho que en mayo y junio llovía mucho y no nos sorpendió el mal tiempo.

Las rosas del hotel

El hotel estaba a orillas del Lago Nahuel Huapi. Podíamos verlo desde el dormitorio y el living. Por un camino de piedras se podía bajar hasta el lago.

El lago permaneció inmutable durante el debut del equipo argentino en el Mundial.


Decidimos ir a Bariloche porque Hija Menor quería conocer la nieve. Todavía no había nevado en la ciudad, así que subimos al Cerro Catedral. Nos tocó un día con temperaturas bajo cero…

Cuando salimos del refugio, nevaba y el viento hacía que la nieve golpeara y encegueciera. No teníamos ropa térmica y descubrí que mi vestimenta usual, por más que tuviera puesto todo junto, no alcanzaba. Junté algo de nieve que nos arrojamos durante unos segundos. Solo los necesarios como para que Hija Menor no me pudiera reprochar durante el resto de su vida que no la dejé hacer una batalla de bolas de nieve.

Huí raudamente hacia el refugio, donde todavía hacía demasiado frío para mi gusto. Después de un rato, bajamos y buscamos un lugar donde calentarnos. En la base del cerro llovía intensamente, pero encontramos una casa de té donde tomamos chocolate caliente hasta que nos pasaron a buscar.

Al día siguiente, navegamos en el Victoria Andina por el lago Nahuel Huapi. No podíamos dejar de ir al Bosque de Arrayanes y ver la Casa de Bambi (la leyenda dice que Walt Disney se inspiró en ese lugar para crear el bosque de Bambi)

En el barco nos dijeron que el lago refleja los colores del ambiente.

Gris nublado

Un tono de verde por la vegetación de la Isla Victoria

Otro tono de verde

Último día en el cerro Otto. Antes de ir al aeropuerto, almorzamos en la confitería giratoria. El sector de las mesas da una vuelta completa cada veinte minutos mostrando este paisaje.

Finalmente, la vuelta. Cargando las piedras que Hija Menor había recogido de la orilla del lago y variadas formas de chocolate: trufas, en rama, noventa por ciento de cacao, figuras de ositos…

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De vuelta

Pasé los últimos días viendo esto desde los ventanales de mi suite:

Ya estoy de vuelta.  Mañana deberé enfrentar dos tareas temibles: pesarme y hacer las cuentas de cuánto gasté. Y escribir un post y subir algunas fotos para contarles cómo cada minuto valió la pena.

PD: es muy difícil sacar fotos que no sean un cliché en Bariloche. Si las parece que esta foto la vieron mil veces, tienen razón 😉

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Pobres angelitos

Estoy en la peluquería leyendo una revista… de esas que hay en las peluquerías. Quizás porque la que estaba hojeando era del año pasado, mi concentración distaba de ser perfecta, por lo que oigo a una mujer decir en tono indignado:

…Y me dijo, los voy a llevar a ver a La Bella y la Bestia, pero se levantan temprano y ya me van a romper desde entonces.

Miro por el espejo y veo que la que habla es una chica de veintilargos. La manicura se indigna con ella soltando un Noooo. Me parece exagerado, pero supongo que el tiempo pasa más rápido y mejor cuando se les da la razón a los clientes.

La chica prosigue: ¿Cómo puede hablar así de un par de chiquitos de tres y seis años? ¿Cómo un padre puede decir que le rompen? ¡Eso me dijo!..

Inmediatamente pienso: ¿No tenés hijos, no? ¿Nunca estuviste las veinticuatro horas sola a cargo de dos chiquitos de tres y seis años?  Trato de seguir con la revista mientras oigo: … y una  vez me dijo que sus hijos «lo torturaban» ¡Cómo puede…!

Pero claro, no le digo nada. Si es afortunada, sus propios hijos le van a dar otra perspectiva de los sentimientos cambiantes que produce la convivencia con los «chiquitos» 🙂

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