Archivo mensual: diciembre 2010

Amigos reales

En los medios y en el discurso de todos los días, se repite la idea de que comunicarse a través de un teclado y un monitor,  no representa en verdad una interacción social. Dicho de otra manera, escribir y comentar un blog, en Facebook, en Twitter, chatear es para los inadaptados sociales que no se animan a entablar «relaciones reales» y por eso se refugian detrás de la pantalla. La idea nunca deja de asombrarme. Salvo obviamente mi familia, alguna ex compañera de la escuela, otra del trabajo y algunos más que escapan a mi memoria en este momento, todos, absolutamente todos mis amigos reales fueron al principio solo letras en el monitor.

Cuando se popularizó internet, la idea de que uno pudiera encontrar con relativa facilidad otras personas con intereses comunes, me resultó emocionante. Más de una década después, me sigue fascinando. Los primeras amigas fueron de un foro de infertilidad, en las épocas del dial up y el módem de 14400, antes de la aparición de Hija Menor. Pero los últimos dos o tres años me han regalado muchos más «amigos reales».

El 2010 fue especialmente prolífico al respecto. Por eso, quiero cerrar el inevitable balance de fin de año, saludando a aquellos con los que todo comenzó con un comentario, un post o un mail.

Con Ana, Verónica, Marcelo, Lady Baires, Vir, Vesper, Hierba y Soy Mañosa compartimos cafés, cenas y charlas a lo largo del año. También hubo bloggers internacionales. Conseguí perderme en mi propia ciudad con Miroslav, pero finalmente encontramos un lugar adonde cenar y creo que ya me perdonó.

Por Facebook me encontré con María, Isabel, Graciela, Ine, Adriana, Serena, Camelia, Alis, Cris, Fer… Muy pronto, conoceré en persona a más amigas en una reunión planificada la semana que viene.

De mi paso por las páginas de encuentros no me quedó ningún novio, pero sí dos amigos. La foto de la cabecera de mi blog fue tomada desde el velero de uno de ellos.

Quiero agregar dos menciones especiales. Sylvina, cuyo primer encuentro fue cara a cara, pero en una reunión de speed dating. No siempre encontramos lo que creíamos estar buscando… Y Gustavo, el autor de Andando por Guayaquil,  a quien contacté por su blog y tuvo el entusiasmo de orientarme, aconsejarme y sacarme de algunos errores importantes. ¡Son las cosas mágicas de la web! ¿No es asombroso que un chico solo algo mayor que mi hija, se tome el tiempo de ayudar a una señora desconocida solo porque se le ocurrió visitar su ciudad? 🙂

A los amigos que conozco en persona.
A los amigos virtuales.
A los que me leen en silencio y nunca comentan.
A los amigos actuales y a los que vendrán.

Feliz Año Nuevo 2011

PD: Ahora me voy a la fiesta de fin de año. Seguramente, cuando llegué me voy a acordar de que no nombre a alguien y me voy a preguntar cómo pude haberlo olvidado. Si es tu caso, considerate nombrado. Desde ayer estoy un año más vieja y todos sabemos que los años no vienen solos.

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Los sonidos del silencio

Si una tarde solo escucho desde mi cama:

  • El tren que pasa a lo lejos.
  • Cantos de pájaros.
  • Alguien que cierra una puerta.
  • Unas voces lejanas.

Ya sé. Otra vez cortaron la luz.

Pido disculpas por estar tan monotemática, pero esta combinación de ola de calor con cortes de energía, me está cambiando la vida (para mal).

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Basta, me cansé

Basta, me cansé del calor en Buenos Aires. Muchos días, mucho sol, mucho calor, mucho alerta naranja por las altas temperaturas.
O sea, yo estoy dispuesta a ir a un destino exótico para pasar calor. Eso está bien, porque es parte del encanto de conocer otras tierras.

Pero acá en Buenos Aires, me estoy cansando de estar refugiada con el aire acondicionado. Yo tengo cosas que hacer. Además, mañana es lunes y voy a tener que salir a trabajar.

Así que corténla con este calor. Ya fue demasiado.

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Fin de semana en Montevideo

Primera frase de este post: no viajen por Colonia Express. Tienen tarifas tentadoras y si todo sale bien, uno se siente feliz por haber viajado por menos. Pero si surge algún problema, la empresa no tiene ningún respaldo. Así fue como, en lugar de llegar a Montevideo para almorzar, terminamos arribando a las 17.30.

Llegamos ilusionadas a la terminal para enterarnos que el barco de las ocho no iba a salir. Después mi amiga y yo nos enteraríamos, vía Facebook, que el viernes tampoco hubo servicio y que habían tenido a los (presuntos) pasajeros esperando cinco horas hasta decirles: «Adiós, vuelvan a sus casas». El sábado ya estaban mejor organizados. Separaron a los que tenían reserva de hotel de los que no. A los últimos les devolvieron el dinero, les dieron un beso en la frente y los mandaron de vuelta a disfrutar del fin de semana en Buenos Aires. A los afortunados que teníamos hotel reservado en Montevideo, nos prometieron mandarnos por Buquebús.

Consiguieron un colectivo 168 fuera de línea y con eso nos llevaron a Dársena Norte. Después de un tiempo en la terminal de Buquebús, nos enteramos que íbamos a zarpar en el buque de las 9.30 hs. Que era el Eladia Isabel, que no cruza el río en una hora como el viaje que teníamos contratado, sino en tres. Tres horas que por las malas condiciones metereológicas fueron más de cuatro. Por suerte, el Eladia Isabel tiene el mejor duty free. Compensó un poco lo movido y largo del viaje. No los quiero aburrir, pero cuando llegamos a Colonia, tampoco había micros para trasladarnos a Montevideo. Finalmente, aparecieron. Subimos, nos quedamos profundamente dormidas y en algún momento llegamos a Montevideo. En fin, son las cosas del viajar 🙂

Les dejo algunas fotos del fin de semana.

Angelitos en la Plaza Independencia

 

Mercado del Puerto

Comiendo rabas en el Mercado del Puerto

Pescadores en la Rambla

 

Mujer dormida sobre las piedras

 

El Río de la Plata

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Estoy muy deprimida

Estoy muy deprimida porque acabo de recordar que debo ser la única de mi generación que no tiene la foto de su primer día de vida. Por haber nacido un 30 de diciembre, fui discriminada por el fotógrafo del sanatorio que ni siquiera apareció para inmortalizar el gran momento.

No solo eso. Cuando el 31, mi papá fue al Registro Civil para anotarme, los empleados en lugar de estar esperando registrar mi nacimiento, ¡estaban brindando! Casi lo echan…

Estoy segura que eso debe haber dejado en mi psique una huella temprana altamente traumática.

Es por eso que soy como soy.

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No te lo pongas

Para el Día de la Madre, mis hijas me regalaron un asesoramiento en colorimetría. En realidad, el padre les proporcionó una suma determinada y dejaron la elección del presente que simbolizaría todo el amor que me tienen en mis manos. Y bueno, no iba a elegir una plancha. Entre otras cosas, porque si la tuviera no sabría qué hacer con ella. Así que preferí ver a una asesora de imagen para que me dijera qué colores debía usar y cuáles no.

Pasé una hora muy entretenida con la asesora e Hija Mayor, que también quiso hacer la suya, determinando mi paleta de colores. (Por si se morían por saberlo, soy otoño oscuro). El problema con estas cosas es que son un camino de ida. Una vez aprendido qué colores me favorecían, ¿podía ignorar qué corte de vestido, qué tipo de escote o qué largo de falda debía usar? Por supuesto que no….

Así fue como, la semana siguiente, me encontraba tomando apuntes en mi clase de Imagen Personal I. Fernanda, la versón más cercana de Trinny o Susannah que se puede conseguir en Buenos Aires, nos decía:

– Antes de ver cada tipo de cuerpo en particular, les voy a mostrar lo que nos queda bien a todas. (Ustedes también pueden tomar nota)

  • Pantalón recto tiro medio.
  • Escote en V.
  • Prenda superior sobre prenda inferior a primera cadera.
  • Zapatos con taco y empeine despejado.
  • Falda evasé o en A.
  • Largo Chanel.

– ¿Cómo es el largo Chanel? -interrumpo.
– Hasta donde termina la rodilla.
– ¡Pero eso a mí no me queda bien! Yo uso todo mucho más corto.
Fernanda se queda mirándome.
– ¿Por qué? ¿Vos pensás que yo no puedo usar una minifalda?
– Y… después de los veintiocho o treinta no es lo que conviene. (Uy, uy, uy. Si es así seguí de largo muchos años). Después de esa edad, tenemos una línea bastante estrecha en la cual movernos. Si nos vestimos con ropa de chicas más jóvenes, quedamos mal porque parece que nos queremos hacer las nenas. Si nos ponemos algo muy clásico, nos agregamos años.  ¿Una mini para vos? No sé -continúa. Por ahí, en una ocasión especial y como único foco de atención…
Su cara me dice que, aún así, le parece una pésima idea, pero…
– Mirá, la próxima clase traelasy las vemos.

A la clase siguiente estaba sacando de una bolsa mis cuatro polleras favoritas. Una quinta falda, una mini de jean, había quedado en la bolsa con la ropa «para regalar».  Para ser sincera, yo mismo llevaba un tiempo dudando sobre si podía seguir usándola y solo bastó un breve examen para decidir que NO.

La primera en ser mostrada fue mi adorada mini violeta. Apenas terminé de apoyarla sobre mi cadera, escuché un NO. ¿Y la negra? Tampoco.

– Estas dos me parecen largas -dije, señalando las últimas.
– Le parecen largas… -repitió Fernanda, dirigiéndose a mis compañeras.

Les adelanto el final. Enterré todo lo que fuera más arriba de mis rodillas en lo más profundo del cajón. Aunque rec0nozco me daba cuenta de que no me quedaba tan bien como antes, todavía no me resigno del todo. Probablemente debería pasarlo a la bolsa de donaciones para Caritas. Lo haré en cuanto concluya el duelo. Mientras tanto me visto mucho mejor. Ese era el objetivo y debería hacerme feliz.

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Archivado bajo Ser mujer

Comida casera

– ¡Dios! ¿Qué voy a hacer esta noche para cenar? -me pregunto (Dios nunca me contesta a esos interrogantes), mientras abro con desperación el freezer.
– Mmm, qué mal suena eso -comenta Hija Mayor, estudiando en la mesa de la cocina.
– Peor estoy yo que tengo que cocinar -me lamento. ¡Oia! Acá hay pizzetas para preparar. ¿Podría hacerlas. no?
– Si no queda otra…
– Lo voy a tomar como un: ¡Sí, mami! Me muero por comer pizzetas. ¡Gracias por hacerme mi comida favorita!

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Librería El Ateneo Grand Splendid

Considerándome ya completamente recuperada, decidí que una hermosa manera de festejar mi regreso al mundo de la Gente Sana y Feliz, era concretar de una vez mi postergada excursión fotográfica a la librería El Ateneo Grand Splendid. Porque ir, voy seguido. Pero a leer tirada en los sillones, nunca con la cámara.

Esta librería, considerada entre las más hermosas del mundo, funciona en el edificio del antiguo teatro Grand Splendid. Después de haber estado un tiempo cerrado, se lo restauró y adaptó como librería, conservando la arquitectura original en cuanto fuera posible.

Sobre el antiguo escenario funciona un café. Esto es parte de lo que se puede ver por encima del telón.


Estos son los palcos superiores al lado del escenario.

Hacia los costados del escenario, un cartel nos invita a pasar

 

El camino conduce a los palcos inferiores, uno de los sitios de la libería con sillones para leer.

 

Porque hay mucho para leer, desde la Biblia hasta el calefón. O mejor dicho, desde filosofía hasta astrología. En el fondo se puede ver parte del café del escenario.

 

Si sacamos la vista del libro que pensamos leer ahí y no comprar, podemos ver…

Angelitos con decoraciones navideñas

 

Algunos detalles del fresco de la cúpula

En la escalera que lleva al primer piso, encontré esta lámpara. Si se fijan, las sombras superiores parecen dos pájaros enfrentados.

 

En el primer piso se está exhibiendo una muestra de retratos de Sara Facio.

 

Pero claro, no todo es arte en la vida. También existe el mundo material:

Pagar

Y comer

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Archivado bajo Este es un blog cultural, Mis fotos

En la salud y en la enfermedad

Para Anabella

Me levanté para desayunar e irme al gimnasio. Pero al salir de la cama, el temblor de mis piernas, las náuseas y un cansancio inexplicable, me hicieron comprender porqué había dormido tan mal.  Un virus gastrointestinal había tomado posesión de mi cuerpo. Volví a la cama y básicamente dormí todo el día, excepto cuando las náuseas o los dolores me despertan o me dirigía temblorosamente al baño o intentaba tomar unos tragos de agua para no deshidratarme.

Me sentía completamente impotente. Mis pensamientos vagaban sobre lo mal que me sentía, pero también cuan infinitamente peor podría ser mi situación. Yo sabía que aunque me sintiera horrible en esos momentos, en uno, dos o varios días iba a estar otra vez bien. ¿Y si tuviera una enfermedad crónica y siempre me sintiera así? O peor, ¿si tuviera una enfermedad progresiva y las perspectivas fueran estar cada vez peor?

O aun teniendo una enfermedad autolomitante como ésta, ¿si viviera sola y no tuviera a nadie que me atendiera? Nadie que me fuera a comprar el antiemético, nadie que me trajera un vaso de agua, nadie que viniera a ver cómo estoy…

¿Y si estuviera enferma y no tuviera plata para comprar medicamentos? ¿O no tuviera mi cuarto y mi cama? ¿Y si estuviera en medio de una guerra? (Ya sé que suena excesivamente dramático, pero por mi educación judía tiendo fácilmente a evocar ese tipo de imágenes). No podía dejar de pensar en cómo podemos vivir en un mundo lleno de sufrimiento, en la fragilidad humana, en el horror de la vida, en la certeza de la enfermedad y la muerte…

Afortunadamente al día siguiente amanecí mejor. No totalmente curada, pero ya pudiendo levantarme de la cama y comer algo. Entonces fui y me compré un reloj Tommy Hilfiger.

Reloj

Sí, soy así de superficial.

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Archivado bajo Cosas que pasan, Reflexiones