Archivo de la categoría: Cosas que pasan

Para toda la vida

Cuando veo a una mujer tatuada con un nombre masculino ruego que sea el de su hijo.
Como segunda opción, el de su Verdadero Amor Para Toda la Vida.

(A propósito de una paciente que llevaba tatuado MIGUEL en cada una de las lolas. No me animé a preguntarle quién era ni dónde estaba ahora)

Anuncio publicitario

7 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan, Reflexiones

Aviso

Sé que hace mucho que no aparezco por aquí, pero volví por algo importante.

Si alguno de ustedes tiene la necesidad de tener una cubetera amarilla que permita hacer hielo en forma de patitos, le aviso que la puede conseguir en el local de Morph del Buenos Aires Design a $50.

Eso sí, asegúrense de que se trata de una necesidad genuina.

14 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan

La invitación (II)

Sé que suena increíble, pero todavía no me llegó la invitación para la boda de William y Kate. Estuve pensando mucho sobre el tema y me parece que puede haber dos explicaciones:

  1. Para ahorrar en gastos de organización, me mandaron la invitación por correo simple y la carta se perdió. Vieron que los ingleses son un poco pijoteros, pero eso es una vergüenza. Mínimo una certificada.
  2. Se dieron cuenta tarde de que yo faltaba y me invitaron a último momento. No, chicos. Yo de relleno no voy.

Sea cual fuere lo que haya pasado, les confieso que estoy muy ofendida y que ahora no pienso ir ni aunque Kate me llame para suplicarme.

Eso les pasa por hacer mal las cosas.

PD: A todas las que me ofrecieron prestarme ropa para el casamiento, gracias, pero ya no las voy a necesitar. Se van a tener que casar sin mí.

9 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan, No te lo puedo creer

Volver (con la frente marchita)

Qué anticlimático haber hecho una salida dramática después de una discusión (a veces con «últimas palabras» y portazo incluído)… y tener que volver porque nos olvidamos algo.

Por eso la ficción es mejor que la realidad.

12 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan

La invitación

Según la prensa, las invitaciones para la boda real entre el príncipe Guillermo y Kate, ya fueron enviadas. Estoy pendiente de mi correo por si me llega algo, pero les confieso que mis sentimientos al respecto son ambivalentes. Por un lado, deseo que me invitan porque imagínense… ¡Asistir a una Boda Real!

Pero por el otro, no sé. Tengo el vestido que usé hace dos años en el casamiento de mi prima, pero ya me lo vieron y quizás no sea suficiente. Por ahí me tengo que hacer algo a medida. Además, andá a saber dónde habrán hecho la lista de casamiento. Seguro que no es nada barato.

Bueno, yo sigo esperando y si recibo la invitación, ya voy a ver qué hago…

35 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan

Los sonidos del silencio

Si una tarde solo escucho desde mi cama:

  • El tren que pasa a lo lejos.
  • Cantos de pájaros.
  • Alguien que cierra una puerta.
  • Unas voces lejanas.

Ya sé. Otra vez cortaron la luz.

Pido disculpas por estar tan monotemática, pero esta combinación de ola de calor con cortes de energía, me está cambiando la vida (para mal).

13 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan, Mi casa

Basta, me cansé

Basta, me cansé del calor en Buenos Aires. Muchos días, mucho sol, mucho calor, mucho alerta naranja por las altas temperaturas.
O sea, yo estoy dispuesta a ir a un destino exótico para pasar calor. Eso está bien, porque es parte del encanto de conocer otras tierras.

Pero acá en Buenos Aires, me estoy cansando de estar refugiada con el aire acondicionado. Yo tengo cosas que hacer. Además, mañana es lunes y voy a tener que salir a trabajar.

Así que corténla con este calor. Ya fue demasiado.

6 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan

En la salud y en la enfermedad

Para Anabella

Me levanté para desayunar e irme al gimnasio. Pero al salir de la cama, el temblor de mis piernas, las náuseas y un cansancio inexplicable, me hicieron comprender porqué había dormido tan mal.  Un virus gastrointestinal había tomado posesión de mi cuerpo. Volví a la cama y básicamente dormí todo el día, excepto cuando las náuseas o los dolores me despertan o me dirigía temblorosamente al baño o intentaba tomar unos tragos de agua para no deshidratarme.

Me sentía completamente impotente. Mis pensamientos vagaban sobre lo mal que me sentía, pero también cuan infinitamente peor podría ser mi situación. Yo sabía que aunque me sintiera horrible en esos momentos, en uno, dos o varios días iba a estar otra vez bien. ¿Y si tuviera una enfermedad crónica y siempre me sintiera así? O peor, ¿si tuviera una enfermedad progresiva y las perspectivas fueran estar cada vez peor?

O aun teniendo una enfermedad autolomitante como ésta, ¿si viviera sola y no tuviera a nadie que me atendiera? Nadie que me fuera a comprar el antiemético, nadie que me trajera un vaso de agua, nadie que viniera a ver cómo estoy…

¿Y si estuviera enferma y no tuviera plata para comprar medicamentos? ¿O no tuviera mi cuarto y mi cama? ¿Y si estuviera en medio de una guerra? (Ya sé que suena excesivamente dramático, pero por mi educación judía tiendo fácilmente a evocar ese tipo de imágenes). No podía dejar de pensar en cómo podemos vivir en un mundo lleno de sufrimiento, en la fragilidad humana, en el horror de la vida, en la certeza de la enfermedad y la muerte…

Afortunadamente al día siguiente amanecí mejor. No totalmente curada, pero ya pudiendo levantarme de la cama y comer algo. Entonces fui y me compré un reloj Tommy Hilfiger.

Reloj

Sí, soy así de superficial.

19 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan, Reflexiones

Transporte urbano (reciclado)

Una vive feliz en su casa (o no, pero eso es “off topic”), pero llega el momento en que tenés que salir. Ya sea que la heladera esté vacía, ya sea que tus hijos tengan que cumplir con la educación obligatoria o concurrir a piano, inglés, tenis, psicóloga, natación y otros, ya sea que tengas que ir a trabajar. Con respecto a este último punto, si bien es cierto que la plata del sueldo la podés retirar en cualquier cajero, me comentaron que si dejás de concurrir a tu lugar de trabajo, dejan de depositarte el sueldo. No sé si este fenómeno es causal o casual. Para no apartarnos tanto del tema lo podemos discutir en otro momento.

Entonces, para trasladarnos del punto A al punto Z, ¿qué opciones tenemos?

AUTO

Maneja otro
Opción prácticamente ideal. Sólo una salvedad, a veces cuesta imponerle al conductor tus gustos en materia de climatización, música (si de debe escuchar o no, y en caso afirmativo si debe ser la radio o un CD y qué radio y qué canciones de cual CD).En caso de disgusto, se puede buscar consuelo mirando por la ventanilla y viendo como el otro lidia con el tránsito. “Si, mi amor, sólo un asesino serial pudo haberte cerrado de esa manera”

Manejo yo
Acá la cosa se complica un poco porque los conductores de Buenos Aires son gente de mucha fe. La fe es algo en lo que uno cree firmemente, aunque no tenga ninguna base racional. Algunas de las creencias más difundidas son:

  • En la calle hay unas rayas pintadas. Algunas son blancas y punteadas, paralelas al cordón, otras de la misma dirección son dobles y amarillas. Otras rayas blancas más gruesas cruzan de esquina a esquina. Si se presta atención se pueden ver otros motivos. Como con las líneas de Nazca debemos preguntarnos su función. En este caso, afortunadamente conocemos la respuesta. Su fin es puramente decorativo. Si uno consulta la bibliografía el espacio entre 2 líneas se llama carril. Su función es bastante oscura. Por momentos algunos autos circulan por ellos, pero muchos conductores parecen entender que la línea blanca es para circular sobre ella. Esto permite entorpecer 2 carriles simultáneamente, no dejando avanzar y cerrando a los autos del carril donde el conductor, en un rapto de inspiración decidió meterse.
  • Es una pena que muchos autos vengan de fábrica sin luz de giro. Debe ser la razón por la cual muchos simplemente clavan los frenos y doblan.
  • Cuando alguien pone luz de giro para pedir paso, hay que acelerar para impedirle doblar o salir del carril. En realidad, no tiene intención de doblar. Sólo estaba jugando con la lucecita.
  • Los conductores nos comunicamos por telepatía. No hay que anunciar ninguna maniobra. Los demás sabrán telepáticamente lo que vamos a hacer. Por ej. si vamos a entrar en un garaje alcanza con poner luz de giro. El de atrás adivina fácilmente que no es que vayamos a doblar en la esquina, sino que vamos a clavar los frenos a mitad de cuadra.
  • Todos tenemos derecho a ir a la velocidad que se nos canta. Ya sea zigzaguear a velocidades suicidas, así como ir a 20km por la mitad de la calle, bloqueando la posibilidad de que nos pasen.
  • Teniendo la necesidad de detenerse hay que hacerlo exactamente frente al lugar adonde vamos. No importa si 20 metros adelante hay lugar. Es mejor parar en doble (o triple) fila y anular un carril.
  • Un concepto similar corre para los semáforos de giro a la izquierda. Si hay una fila para doblar, ¿por qué ponerse último? Mejor anular un carril poniéndose al lado del primero de la fila
  • Los motoqueros creen que el espacio mínimo para pasar entre 2 autos equivale exactamente al ancho de la moto. Están equivocados, a ese espacio hay que agregarle por lo menos 1 cm. de cada lado.

Otra creencia es que los cinturones de seguridad son objetos decorativos. (Advertencia: este es un espacio cedido para propaganda institucional 🙂 Derivada de lo anterior surge que alcanza con “los chicos atrás” como dice la propaganda. A mi molesta mucho esa frase, porque en realidad es “los chicos atrás y atados”. Una variante más benigna es: los bebés en sus sillitas, pero después pueden ir atrás sin cinturón. Todos tenemos que estar con cinturón de seguridad. Los bebés en su sillita, los chicos más grandes con sillas para ellos y cuando pesan más de 25 kg y les da la altura con el cinturón común. ¿O creen que hay alguna edad en la cual no sea riesgoso atravesar un parabrisas a 50 km por hora?

Lo bueno de “manejo yo” es que una tiene un gran poder de decisión sobre trayectos, climatización, música y etc. A propósito de la música, cada vez que escucho un vals en Amadeus me parece que el caos de autos que zigzaguean y se entrelazan entre sí representan una coreografía perfecta. Es mejor verlo así 🙂

TAXIS

Fáciles de conseguir (excepto cuando llueve y/o realmente los necesitamos) si los podemos pagar son una muy buena opción.
Las ventajas saltan a la vista. Maneja otro, o sea que podemos limitarnos a mirar por la ventanilla (de paso vigilamos que no nos paseen) o a leer. Bueno, lo de leer es relativo. Se puede sacar un libro, abrirlo y fijar la vista en él. Pero entender lo que leemos depende de:

  • La radio que tenga prendida el señor taxista. Pueden ser variadísimas. Una vez un taxista me llevó escuchando una radio de música clásica y mudo. Sé que probablemente nunca nos volvamos a encontrar, pero le deseo lo mejor. A veces son radios “comunes” onda la 100, la Mega o Mitre. Otras deberían estar prohibidas por algún organismo de defensa de los derechos humanos. Otro tema es el volumen. De esas variables depende si una se puede concentrar en algo o se siente atrapada en una cárcel sonora.
  • La charla del señor taxista. Hay taxis que tienen cartelitos tipo “Dueño conduce” o “Aire”. Yo estoy esperando el cartelito “Conductor mudo”. Mataría por subir a un taxi así 🙂 Cuando yo tomo un taxi es porque decidí gastar X suma en llegar a mi destino con las menos complicaciones posibles. Algunos taxistas cumplen eficientemente con su trabajo y te llevan dirigiéndote la palabra lo necesario. Otra raza maldita te usa de víctima indefensa para hacer catarsis de sus problemas y buscar que lo apoyen en sus ideas políticas (que en general nunca coinciden con las mías). Les cuento lo que, según mi experiencia, no los disuade: sacar un libro y fijar la vista en él, contestar con monosílabos, mirar por la ventanilla. Escucho sugerencias.

Otro desventaja de los taxis, es casi ninguno tiene cinturones de seguridad en condiciones. Esto sumado a cierta temeridad de algunos conductores, me hace encontrarme analizando qué posibilidades tengo de sufrir un accidente en el trayecto faltante. No necesito aclarar que estos pensamientos no contribuyen a hacer el viaje más placentero.

Si sorteamos todos estos inconvenientes, lo buenísimo del taxi es que te deja exactamente adonde ibas. Te bajás, cerrás la puerta, decís chau y no tenés que estacionar.

COLECTIVOS

Colectivos vacíos
Como las cosas buenas en la vida, no son fáciles de conseguir; pero si lo logramos es el equivalente al Paraíso Terrenal en el transporte urbano. Barato, con recorrido fijo (no hay que vigilar por dónde toma el conductor), nadie te habla. El mundo sería un lugar mejor si hubiera más.

Colectivos llenos
Me refiero a esos colectivos donde hay que viajar parados, pero todavía conservan cierto espacio como para que puedas agarrarte de un cañito y nadie te aplaste. Acá las opciones de distracción se reducen bastante. Básicamente o se escucha música (a veces difícil por el ruido que te rodea) o se mira a los afortunados pasajeros sentados y se hacen conjeturas sobre sus vidas o sobre dónde bajarán para tratar de conseguir un asiento. En general, debo ser poco intuitiva porque salvo los chicos que llevan uniforme de determinado colegio, cada vez que pienso “este se debe bajar pronto” el susodicho va hasta la terminal. También uno observa gente durmiendo despatarrada en los asientos como si hubieran pasado 2 días despiertos. Y no es uno, son muchos. Para mí es un misterio de la vida cotidiana. ¿Qué se quedan haciendo a la noche? ¿Miran la tele hasta tarde? ¿Trabajan? ¿Tienen insomnio? ¿Participan en orgías? Quién sabe….

Tampoco entiendo esos pedidos desesperados de “quién le da el asiento a la señora embarazada”. Hay asientos específicamente reservados para eso y si lo que los ocupan se hacen los boludos hay que señalar lo obvio (una panza de 8 meses, un bebé en brazos, un bastón) y pedir que cedan el asiento. En general se levantan mintiendo “no la había visto”, pero a mí también me pasó pedir el asiento visiblemente embarazada y que me dijeran “no te lo doy”, dirigirme al de atrás y que me dijera “yo tampoco”, dirigirme al 3ª que se levantó sin que llegara a decirle nada . Si insistís lo suficiente en señalar lo obvio no necesitás ningún defensor de pobres y ausentes entre el resto de los pasajeros.

Si uno tiene la fortuna de viajar sentado en un colectivo lleno, debe tomar ciertos recaudos para no ganarse el odio silencioso del resto de los pasajeros. Si necesitás agarrar tu bolso, si vas a cerrar tu libro o guardar tu reproductor de música hacelo sin mirar a nadie. Te ahorrarás las miradas de esperanza primero y de odio después, cuando se dan cuenta de que no vas a bajar.

Si viajas parado, comprobarás la aplicación de la Ley de Murphy al transporte automotor. Todos los asientos alrededor del que esperás ansiosamente se irán renovando. Salvo el “tuyo”, justamente ese está ocupado por alguien que va hasta la terminal

Colectivos llenísimos
Algo así como el reverso de los colectivos vacíos. Llegamos el infierno del transporte urbano. Imposible subir, imposible bajar, casi imposible sobrevivir. A merced de las frenadas y aceleradas del colectivo. No hay de dónde agarrarse (especialmente para las que no pasamos de 1.50 m). De todos modos es difícil caerte. Lo compacto de la masa humana te sostiene parada. Acá la lucha no es por un asiento sino por un mínimo espacio que te permita respirar. Nunca pensaste que ibas a tener un contacto tan íntimo con tantos desconocidos (en general sin intención de los involucrados, pero nunca se sabe…).La gente que trata de pasar en medio de la cuádruple fila de parados te tira del pelo, te arranca la ropa, las mochilas a ras del piso te rompen las medias. Encima tenés que sostener posiciones incómodas y casi acrobáticas para impedir que tus tetas descansen en el codo del caballero de al lado.
No hay situación cotidiana que haga odiar tanto a la humanidad

SUBTES

Siguen las líneas generales de los colectivos en sus tres variantes (vacío, lleno y llenísimo).
La ventaja que los diferencia es que los trayectos son más cortos y uno se puede entretener “descontando” estaciones.
La desventaja es que no hay paisaje para contemplar (a menos que unas paredes sucias y oscuras llenas de caños pueda considerarse como tal) y la sensación de claustrofobia

CAMINAR

Sin duda, lo mejor. Es bueno, es barato, segrega endorfinas, hace bajar de peso (lo recomienda el Dieta Club).
Desgraciadamente necesitamos un calzado cómodo, no demasiada carga y tiempo para llegar a nuestro destino. Si estas condiciones no se cumplen hay que apelar a las opciones anteriores.

Es maravilloso caminar respirando profundamente, viendo el paisaje urbano, avanzando grácilmente entre los embotellamientos de autos. Eso sí, no hay que ir mirando al horizonte. Es mejor mantener la vista fija en el suelo para evitar pisar algún recuerdo canino cuyos dueños nos dejaron . Dicen que trae suerte. Para mí debe ser de la mala.

Este post fue originalmente publicado el 17 de junio de 2006

8 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan

Ya pasará…

– Me preocupa en qué situación queda ahora el país después de la muerte de Kirchner, – me confiesa mi amiga.
– ¡Por favor! Sobrevivimos el Proceso,  la guerra de las Malvinas y a la crisis de 2001. No nos va a pasar nada. Somos indestructibles.

10 comentarios

Archivado bajo Cosas que pasan